miércoles, 4 de noviembre de 2020

Centro

 Soy la búsqueda incesante que se cuela en la comodidad del fanatismo desmedido. Soy quien cuestiona (y se cuestiona) cada idea arraigada que no te deja avanzar ni liberarte.

Ando como un espiral que va abriéndose mientras camina. Despliego cada partecita de mi en ese transcurrir.
Abro puertas, todas las que pueda y busco, que, me lleven a nuevos desafíos. 

A veces he roto ventanas y tuve que volver a empezar. Me he quedado atrapada en ese propio laberinto que iba creando sin darme cuenta, viviendo sin vivir, respondiendo porque sí. 

Eternamente retornando, ya que me faltaba aprender una lección. Pero ahora que miré hacia dentro y ví, sé, lo que tengo que hacer. Y sin embargo, las ventanas que rompí, están ahí, esperando ser reparadas. Hacerse cargo de uno mismo, ser responsable...puf...ese sí que es el desafío más difícil al que me enfrentare por primera vez. Hubo veces fallidas antes, pero abría la puerta y me evitaba las ventanas rotas. 

Pasaba de nivel, seguía abriendo puertas y fue así que tuve que juntar los vidrios rotos de otros; sufrí, estuve herida, cada cicatriz me recuerda el dolor por el que pasé. 

Pero hoy, es distinto, quiero abrir la puerta y hacerme cargo de mí, coserme de a poquito y arreglar las ventanas, para que pase el aire cuando tenga que pasar y cuando yo decida que lo quiero. Ya no quiero más tormentas de viento en este cuerpo, ni emociones descontroladas.


Hoy, miro, desde el centro y vuelvo a mí.

martes, 16 de junio de 2020

Nacer otra vez


Quizás ya es momento de apartar de nosotros ese concepto de individualidad que tenemos arraigado en nuestra cáscara, que casi se confunde con lo esencial, pero que al contrario, nos aleja de nuestro verdadero ser.  No es que esté bien o mal, pensar en uno mismo, sino, que identificarnos con un falso concepto es lo que precisamente no nos ayuda. Y digo falso, porque andamos medio confundidos y distraídos, diciendo que eso que algunos llaman egoísmo es amor propio; no sé bien de dónde salió la frase, de hecho, si intentara rastrear su origen  y lo encontrará, pues no me sorprendería que haya sido manipulada en pequeños detalles para adaptarse a los estándares de la modernidad. Sin embargo, siento, que todas esas ideas que no nos son propias sino impuestas por la cultura del yoísmo exagerado, nos distorsionan un escenario que podría ser menos caótico si dejásemos de mirar nuestro ombligo.
Dejar de sentirnos únicos, por tanto especiales, podría darnos el puntapié para reconocernos como parte de un todo. Nos daríamos cuenta de que no hay frontera real que divida nuestros idiomas, ni nuestros cuerpos, ni nuestra esencia, porque en verdad, eso es, también una ilusión. Un estado que hacemos crecer día a día por no estar atentos, no vigilarnos y por mirar demasiado nuestro ombligo pero sin saber porqué lo hacemos.
Todos, buscamos, al fin, lo mismo. Algunas combinaciones pueden diferenciarnos, aunque no sean infinitas y están meticulosamente contadas. Nuestra existencia está en el mapa de ruta, de un destino que iremos descubriendo poco a poco, conforme vayamos viviendo y abriendo el corazón. Somos el camino y el camino es nosotros. Se va construyendo a medida que vamos caminando aunque tenga algunas directrices que podemos seguir ciegos o aprender a elegir con sabiduría y conciencia, según nuestro impulso latente que palpita en nuestro interior. 
Entonces, pensaba, que seguir sosteniendo la errónea idea de la individualidad, es absurdo. No sirve para sostener nada a largo plazo porque corremos el riesgo de perdernos entre tantos disfraces que se pone el egoísmo para confundirnos. Abrirnos a la nueva era, del amor fraternal y la humildad del abrazo, con un mensaje que viene siendo dicho desde antes que estemos aquí, habitando este lugar, pero que cada cierto cierre de ciclo, nos vuelve a ser repetido porque no lo escuchamos, lo pasamos por alto y por ende, no lo aprendemos. Ese mensaje, esa energía elevada, nos puede salvar  de tanto cambio, de tanta injusticia, de tanto sin sentido que, parece, tener este hermoso juego que se llama vida. 

Unirnos es el  punto de partida y el hacia dónde vamos.

martes, 26 de mayo de 2020

Vintage



“Si se rompe, se tira, porque da mala suerte” Cuántas veces
escuchaste a alguien decir eso cuando un objeto se rompe?



No vengo a dar ninguna nueva noticia, me parece importante aclarar esto de antemano; sólo estoy pasando en palabras aquello que siento al observar esa taza conteniendo un cactus en mi jardín. No cuesta tanto darnos cuenta de que estamos sumergidos (tristemente) en la cultura de lo descartable. Basta un rato de observarnos, un simple ejercicio que podemos hacer a diario, para llegar a la misma conclusión. Lo que sí propongo es una alternativa ¿Te preguntaste porqué dicen eso de que dé mala suerte un objeto roto en la casa? ¿Será el feng shui? o en cambio y más probablemente, ¿un slogan universal para justificar nuestro consumismo desmedido? Los objetos ya no cuentan historias ni nos recuerdan a nuestros ancestros. Todo lo que tenemos es…de plástico, limpio, blanco, minimalista, visualmente estético y bello y correcto y pulcro y alineado con el concepto de belleza actual; liso. Estamos presenciando una moda de un falso “menos es más”, donde para que tener menos sea posible, tiramos, compramos, tiramos y volvemos a comprar. Una moda, falsa, y muy alejada del verdadero concepto original. Consumimos hasta el hartazgo cosas que no necesitamos, porque lo queremos YA y nos cambiarán YA, nuestra vida. Todo viene en un envase llamativo, tanto que no te dejan pensar, hasta convertirse en una necesidad básica que no sabías que tenías hasta que no probas su “fórmula mágica”. Todo, pero, todo, lo que compramos tiene fecha de caducidad. Nos volvimos expertos en maquillar las imperfecciones. Lo viejo, sólo puede convivir con nosotros si es “vintage”, (Ah, porque también creamos palabras para decir lo mismo de una manera más…”vendible”) sólo si nos puede conceder el poder de ser distintos, únicos, originales, más allá de que el del al lado, tenga lo mismo que vos, porque lo compró también pensando que sería único e irrepetible. Lo que no tiene marketing, marche a la basura.
Y así es, pues, también con lo que se rompe. Ahora me refiero a un objeto, pero podría detenerme en hacer analogías con los humanos y sus diversas relaciones, entre ellos o entre el ambiente que los rodea, las plantas, los animales, con su vestimentas, con sus dietas alimenticias, con sus gimnasios, sus boliches, , etc. et etc. etc. Peeeero, no viene al caso.
Entonces, solo venía a reflexionar. Pensemos entre todos, nuevas formas de repararnos y unir nuestro pasado y nuestro futuro en un constante presente. Reparar lo que tocamos y rompemos. Dejar de repetir como loritos, frases de mierda como “soltar y fluir”, prohibiéndonos así de utilizarlas para lo importante y es una lástima realmente. Probemos con hacernos cargo. Animarnos a no ser descartables.
Existe en la cultura japonesa una técnica llamada Kintsugi, que consiste en pegar las piezas de un objeto roto, y no sólo eso, sino, pintar con oro las grietas para destacar las imperfecciones. ¿Ven? ¿A qué me estaba refiriendo antes? En una era en donde el tiempo no sobra, ponerse a reconstruir es un acto de valientes. ¿Valientes? Porque frente a la angustia que puede provocarnos un objeto amado que se rompe, uno se sienta a juntar cada pedacito del suelo e improvisa. Y así, de eso, un poco se trata la vida, ¿no?
Quizás no vuelva a ser como antes, tampoco sabemos si será mejor, solo podemos tener una certeza: Será, diferente , y eso es lo que hay que aprender a integrar. Se trata de eternizar el instante y conservar las historias.
Ernest Hemingway escribió: “El mundo rompe a todos y después algunos son fuertes en los
lugares rotos”
Ojalá tomemos el arte japonés como ejemplo para nuestra propia vida, en todos los ámbitos posibles. Ojalá maquillar las imperfecciones deje de estar de moda y podamos, día a día, volvernos más conscientes de nosotros mismos, de nuestro ambiente.
Me acepto y me siento. Despacito, durante el atardecer, me voy cosiendo las heridas y medito. Observo la taza. Creo en la magia de mi ser. Tengo todo lo que necesito y también soy lo que no necesito. Imagino y luego creo. Tomo una de las miles de posibilidades que me ofrece el universo y agradezco. Soy, abundante. Estuve rota pero ya no; mis cicatrices me sirven de guía para ser quién soy.

martes, 12 de mayo de 2020

Filosofar


La filosofía, en mi vida, pero podría afirmar que, en la vida de todos los seres humanos, tiene la mágica función de sacarte de contexto todo el tiempo. 
Es como vivir en una intensa agonía, buscando las respuestas a las grandes preguntas que siempre nos volveremos a hacer, sabiendo, de alguna manera, que no las vamos a encontrar. Para quien leyó a Galeano, podría mencionar su conocida frase sobre la utopía, pero no voy a hacerlo; si no la conocen, los invito a indagar. En una comparación mental, para mí, filosofar es el arquetipo de esa utopía, la cual, te hace caminar y así, conocer. 
Es una forma de armar y desarmar a la vez, a través de las palabras; creando mundos y submundos, habitando los universos paralelos, del pasado, del futuro, entre el porqué y el para qué. Es como estar en ese ir y venir, haciendo equilibrio sobre la soga tan fina que sostiene esos estados. Constantemente uno anda ahí, preparándose para morir, día tras día. Y en lugar de calmarnos, como hacen algunas religiones cuando nos afirman que iremos al paraíso o al infierno según nuestro comportamiento, la filosofía te prepara para lo peor, acá, en la tierra. La religión te susurra al oído mentiras piadosas, te da como una pastillita con puro efecto placebo que calma cualquier miedo; el truco no está en la pastilla, está en las palabras que se te dijeron. Al fin y al cabo, a algunas personas les hace bien. Y no estoy aquí para cuestionar eso. Creo que todos tenemos que soportar la angustia enorme que nos provoca la existencia. No sólo eso, sino, que para agregarle un condimento picante, vivimos en la completa incertidumbre y eso, humanos, sí que nos aterroriza. 
Hay diferentes mecanismos para atravesar todos esos “problemas” que nos traemos desde antes de nacer. Depende quien, cambia la forma. Algunos meditan, otros escapan de su realidad haciéndose daño, otros practican la devoción, y así, podría enumerar ejemplos infinitos. Igual, creo que ninguno, cubre por completo aquel vacío. 
Abstraerse, puede ser una buena manera. Consiste en elevar la mente a ese mundo de ideas del cual hablaba Platón, a través de la dialéctica, es decir, de la conversación. Así, conocer lo inteligible, lo real en sí mismo. Me gusta creer que algunos artistas viajan allí seguido y que cuando intentan traer sus formas y materializarlas tal vez en un lienzo, crean ese arte al que nosotros le llamamos “abstracto”. Usamos esa palabra quizás para etiquetar algo que nos resulta inefable. Y ahora, me cuestiono. ¿Será realmente así? ¿Qué tan seguro puedo estar de eso y de que no le decimos así a cualquier raya en un papel para hacernos los progres? Y en verdad, quizás, ¿no entendemos? ¿Y el chiste está ahí? ¿En no saberlo?
En conclusión, siento que hay cosas que se nos escapan por estar pensando en ponerle un ´rotulo. Quizás se trate simplemente de observar, observar, observar…un cuadro y quedarse con esa palpitación en el pecho. Y si queremos buscarle una razón, hacerlo, a través de las auto preguntas que son las únicas que nos acercaran a la verdad y al largo camino del autoconocimiento. 
Como dije al principio, la filosofía en mi vida es como vivir fuera de contexto; ¡O ponerme en contexto? Es algo que me atraviesa los sentidos y va por más, no sé hasta dónde más. Si tuviera que dar una breve explicación de qué es ciencia…diría que “es el arte de observar desde fuera” A uno mismo, a todo, a todos, el todo.


sábado, 25 de abril de 2020

Saber no es ver.

“—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. —Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse. —”
                                  Antoine de Saint-Exupéry.

Sin dudas hay libros que marcan tu vida. Este fue el primero que leí. Y cada tanto, vuelvo a tomarlo de la biblioteca, para deleitarme con su letra. Cada párrafo es una invitación a lo más profundo de mi ser. Como aquella primera vez, en que sentí, que alguien escribía de manera sencilla, algo que dentro mío sentía y sin embargo no podía expresar por falta de recursos. Era muy pequeña. Pero sentí como cada palabra de aquel niño al que Antoine le llamó Principito, se me clavaba en el cráneo y me dejaba todo el día pensando. 
Todo eso, me inspiró y me hizo reflexionar acerca del saber. 
No es ver. Es saber. Y un saber que al principio puede parecer. Parece un saber, porque es como si no se pudiese explicar de dónde lo sabemos. Entonces, le restamos significado. Y allí andamos, un poco ciegos, un poco sordos. A eso "poco" que sabemos lo vamos tapando, cuando intentamos darle poder a nuestros ojos y raras veces, a nuestros oídos. Necesitamos ver. Deseamos ver. Algo que nos haga creer. Porque sino, pues, cómo vamos a hacerlo?
Tal vez, si pensáramos en que ese deseo es un engaño del ego? Uno más, de todos los que requiere constantemente para alimentarse. Ver para creer. Así como las creencias limitantes, así como asignarle a la vista un falso don divino, rozando la idea de poder mágico que todo lo transforma. Digo, quizás, un poco, sólo sea egoísmo disfrazado de altruismo. estás seguro que si adquirieses esa clarividencia sería para darlo a la humanidad? Seguro de que no quisieras guardarlo  para vos mismo y ponerlo de adorno en la frente, para que otros vean lo espectacular, espiritual y maravilloso que sos?
Pero….son solo pensamientos que se van cruzando por mi mente. Y me atraviesan, hasta dejarme desnuda y rendida en la incertidumbre.
Siento que el principito, está más cerca de una verdad que cualquier otro.
No se trata de ver, ni de oír, Se trata de sentir. Y no sé cómo, pero lo afirmo. El tacto es intuitivo,perceptivo. Tocar, para sentir; alquimia. La lámpara de Aladin.. Si yo siento, yo soy. Y si yo soy, conecto. Resueno. Inspiro. Irradio. Contagio. Un pequeño instante de lucidez. Pero tan intenso como si en cada terminación nerviosa de mi cuerpo físico, se me diera una descarga eléctrica. El rayo penetra; la intuición. El alma palpitante y susurrando. Inmensamente esencial, pero sencillamente complejo. Abrir el corazón. Abrir el corazón. Abrir el corazón. Ser uno mismo en total esplendor. Luminosidad tan brillante que nunca se podrá percibir con los ojos, sino, sólo con aquel que todo lo ve. El del alma. Pero no entre el ceño, solamente, sino, unos centímetros más arriba hasta casi fundirse con el aire.
Queda por preguntarse….qué estoy haciendo hoy para poder ser? Y despertar cada átomo?

Y si lo esencial es invisible a los ojos, supongo que las respuestas, solo van a estar dentro de cada uno.